la
aventura de pensar
filosofia
Nada
hay más confortable para el hombre, ni más peligroso, que las certezas. Nuestra
mejor defensa es la filosofía, que consiste en gran medida en el arte de
cuestionarlas, de atreverse a pensar, de interpelar las verdades establecidas y
ver qué esconden. En este paseo por la historia de la filosofía, Femando
Savater nos presenta a los grandes personajes que con sus preguntas, y en
ocasiones con sus respuestas, han marcado el pensamiento occidental.
LA FUNCIÓN DE LA FILOSOFÍA
Para
que la filosofía no responda simplemente a pura pedantería o esnobismo, en mi
opinión creo que ha de nacer de los fracasos per-sonales. A todos algún día nos
pasa algo que nos convierte en filóso-fos: la muerte de un ser querido, el
fracaso de un proyecto profesional, la derrota de una esperanza política. Al
que le va todo bien, no ha terminado de ponerse a pensar nunca, porque no le
hace falta: las cosas le van sobre ruedas y no piensa. Pensamos cuando de
pronto algo no funciona, cuando algo nos despierta. Una pesadilla nos puede
ayudar a pensar. Así pues, quien recurre a la filosofía es el que está
estremecido por un fracaso, por una derrota, por un horror. La filosofía es la
herramienta que nos permite cuestionarnos.
Espero
que en las próximas páginas los lectores encuentren cuestiones y temas
interesantes que le permitan a unos seguir y a otros comenzar a cuestionarse y
no conformarse con lo existente. Ése sería el mejor premio para este trabajo.
Platón, los diálogos que iniciaron
todo
¿Qué
es la filosofía? Alguien ha llegado a decir que todas las obras filosóficas que
se han escrito son simplemente notas a pie de página de los diálogos de Platón.
De modo que para hablar de filosofía, de manera inevitable, tenemos que empezar
por Platón, autor de una serie de diálogos, protagonizados la mayoría por el
protofilósofo Sócrates. Sócrates fue maestro del propio Platón. Extraño y con
sentido del humor, carecía de estudios. Algunos lo tenían por bufón, otros por
un subversivo que deambulaba por Atenas, sin ninguna prosopopeya, sin darse
importancia, sin considerarse un profesor. Su actividad se resumía en preguntar
a los ciudadanos de la polis ateniense si sabían qué era la belleza, qué era la
verdad, qué era la justicia. Cuando sus interlocutores le daban una respuesta
convencional —en medio de risas, seguros de que se trataba de temas muy
sencillos—, él les volvía a preguntar una y otra vez hasta dejar claro que no
sabían cuál era la respuesta correcta. Esto no significaba que Sócrates
ofreciera una contestación definitiva, pero demostraba que los demás tampoco
sabían mucho sobre aquello que suponían tan claro, fácil y evidente. ¡Ah, el
placer de preguntar, de preguntar no para saber, sino para saber qué se puede
preguntar y preguntar!
Preguntar
filosóficamente es poner en un compromiso al que cree saber o al que quiere que
aceptemos que sabe; lo cual no implica, ni mucho menos, que nosotros,
preguntones, sepamos más que él.
Este libro
nos invita a reflexionar sobre si está bien hecho lo que hacemos si esta vida si La merecemos vivir pues en esta vida hay que filosofar en
todo momento de la vida porque hay que primero pensar lo que uno va hacer antes
de actuar porque a veces actuamos sin pesar y los resultados en muchas de las
veces no son buenas.