jueves, 10 de noviembre de 2016

LA AVENTURA DE PENSAR

la aventura de pensar



filosofia
Nada hay más confortable para el hombre, ni más peligroso, que las certezas. Nuestra mejor defensa es la filosofía, que consiste en gran medida en el arte de cuestionarlas, de atreverse a pensar, de interpelar las verdades establecidas y ver qué esconden. En este paseo por la historia de la filosofía, Femando Savater nos presenta a los grandes personajes que con sus preguntas, y en ocasiones con sus respuestas, han marcado el pensamiento occidental.
LA FUNCIÓN DE LA FILOSOFÍA
 Para que la filosofía no responda simplemente a pura pedantería o esnobismo, en mi opinión creo que ha de nacer de los fracasos per-sonales. A todos algún día nos pasa algo que nos convierte en filóso-fos: la muerte de un ser querido, el fracaso de un proyecto profesional, la derrota de una esperanza política. Al que le va todo bien, no ha terminado de ponerse a pensar nunca, porque no le hace falta: las cosas le van sobre ruedas y no piensa. Pensamos cuando de pronto algo no funciona, cuando algo nos despierta. Una pesadilla nos puede ayudar a pensar. Así pues, quien recurre a la filosofía es el que está estremecido por un fracaso, por una derrota, por un horror. La filosofía es la herramienta que nos permite cuestionarnos.
Espero que en las próximas páginas los lectores encuentren cuestiones y temas interesantes que le permitan a unos seguir y a otros comenzar a cuestionarse y no conformarse con lo existente. Ése sería el mejor premio para este trabajo.
Platón, los diálogos que iniciaron todo
 ¿Qué es la filosofía? Alguien ha llegado a decir que todas las obras filosóficas que se han escrito son simplemente notas a pie de página de los diálogos de Platón. De modo que para hablar de filosofía, de manera inevitable, tenemos que empezar por Platón, autor de una serie de diálogos, protagonizados la mayoría por el protofilósofo Sócrates. Sócrates fue maestro del propio Platón. Extraño y con sentido del humor, carecía de estudios. Algunos lo tenían por bufón, otros por un subversivo que deambulaba por Atenas, sin ninguna prosopopeya, sin darse importancia, sin considerarse un profesor. Su actividad se resumía en preguntar a los ciudadanos de la polis ateniense si sabían qué era la belleza, qué era la verdad, qué era la justicia. Cuando sus interlocutores le daban una respuesta convencional —en medio de risas, seguros de que se trataba de temas muy sencillos—, él les volvía a preguntar una y otra vez hasta dejar claro que no sabían cuál era la respuesta correcta. Esto no significaba que Sócrates ofreciera una contestación definitiva, pero demostraba que los demás tampoco sabían mucho sobre aquello que suponían tan claro, fácil y evidente. ¡Ah, el placer de preguntar, de preguntar no para saber, sino para saber qué se puede preguntar y preguntar!
Preguntar filosóficamente es poner en un compromiso al que cree saber o al que quiere que aceptemos que sabe; lo cual no implica, ni mucho menos, que nosotros, preguntones, sepamos más que él.
Este libro nos invita a reflexionar sobre si está bien  hecho lo que hacemos si esta vida si La merecemos  vivir pues en esta vida hay que filosofar en todo momento de la vida porque hay que primero pensar lo que uno va hacer antes de actuar porque a veces actuamos sin pesar y los resultados en muchas de las veces no son buenas.
 



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